Los
de la vida son regalos que te aprisionan el pecho y en cierta medida, el corazón...son
regalos que sabes que nunca vas a perder...(si de vista, pero sabes que no
saldrán jamás de tu interior).
Hasta
hace, relativamente, muy poco, he tenido la suerte de tener a mis 4 abuelos: María y
José, por mi padre y Juan y Belleda por mi madre.
Mi
abuelo José cantaba, y dicen que muy bien, mi madre me cuenta que en
mi bautizo fue la última vez que cantó...y que Pepe Pinto y él
tenían el mismo registro de voz. A mí no me cantó mientras tuve
oído consciente, pero sí me contaba muchas historias increíbles
(ahora creo que inventadas) con las que yo me partía de
risa...MENCANTABA escucharlo.
Presumía de ser “rojo”... pero, a pesar de las muchas historias de lucha que me contó, yo, no le escuché ninguna conversación de carácter político jamás.
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Imagino
que de mi parte paterna he heredado ese regusto por los temas políticos
(irónicamente hablando, claro).
De
mi abuelo Juan guardo un lejano recuerdo, fue el primero que nos
dejó, y yo estaba en la edad del pavo... Tengo dos imágenes que me
acompañan siempre: una, yaciendo en la cama de su habitación. La
segunda sacándose de la boca, con la lengua, los dientes postizos
para hacerme reir. Tengo un leve y muy difuso recuerdo de algún
retrato que le hice a lápiz y que él enseñaba muy orgulloso.
Con
mi abuela Belleda, pasé muchas noches de imaginaria y ninguna me ha
dejado herida ni cicatriz.
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Creo,
taxativamente, que nuestros abuelos forman parte de nuestra
idiosincrasia, por eso pienso que, cuanto más cercanos y más
rozados estén mis hijos con sus abuelos, mejores personas,
más fuertes y más sensibles serán.
Por
eso me decido a compartir este regalo que la vida me ha dado, y del
que estoy muy orgullosa y, a diario,...abusando.
No
me enorgullece no saber cocinar, pero me llena de orgullo que mi
madre me prepare el almuerzo todos los días.
No
me enorgullece pasar escaso tiempo con mis hijos, pero me llena de
orgullo que mi padre y mi madre disfruten con sus risas.
No me enorgullece que mi padre esté ciego y postrado en una silla de ruedas, pero me llena de orgullo que mis hijos empujen su silla, pongan su hombro para que se agarre, y le tumben el sillón para que se acueste.
No me enorgullece que mis padres estén enfermos, pero me llena de orgullo que mis hijos los ayuden en sus recaídas.
Me
llena de orgullo tener un padre, que puede ser un referente para mis
hijos, como ejemplo de superación.
Y
me llena de orgullo también, tener una madre que roza la santidad, y
que es un ejemplo de los valores más puros que una persona puede
tener. Es un ejemplo para mi, y ahora y sobretodo, para mis
hijos.
A mis padres, les debo mucho, no sólo la vida y una disculpa por los abusos...
Les debo lo más grande: que adoran a mis hijos, y lo peor es que nunca tendré suficiente para pagarles ...