La leyenda del hilo rojo

Lo que ha de suceder, sucederá
Virgilio 


Cuenta una leyenda oriental que las personas destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado en sus dedos. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta el infinito pero nunca se romperá.
Este hilo lleva contigo desde tu nacimiento y te acompañará, tensado en mayor o menor medida, más o menos enredado, a lo largo de toda tu vida. Así es que, el Abuelo de la Luna, cada noche sale a conocer a los recién nacidos y a atarles un hilo rojo a su dedo, un hilo que decidirá su futuro, un hilo que guiará estas almas para que nunca se pierdan…La leyenda versa así:
Hace mucho mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.
Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente."
Nunca pudimos imaginar MariCarmen (la madre de Juan Carlos) y yo que nuestros hijos tuvieran un hilo rojo invisible atado de sus meñiques. Aquel día en el parque, cuando nuestros hijos tenían 4 o 5 años lo descubrimos por casualidad.
Yo ya conocía a MariCarmen por fotos, casualmente en un tendedero, allá por el año 2000 cuando tuve a Juan Carlos, su marido, como alumno de fotografía. Recién llegado de París y con unas ganas enormes de formar una gran familia en España. Conocí a Anais, su primera hija, con luz roja apareciendo en la cubeta del revelador y después volvimos a coincidir en la guardería cuando nació Juan Carlos, su segundo hijo, para saludarnos con un "me alegro de verte de nuevo" hola y adiós, los niños coincidieron en la guardería pero tampoco hubo mayor trascendencia. 
Pasaron los años y nuestros niños entraron en el PUA, en la misma clase, con la maravillosa Mariola, y comenzaron a hacerse inseparables. Compartieron desde  los 3 años juegos, risas, amigos y profesoras, así como ratos de parque que nos obligaban los niños a pasar. Así hasta sexto de primaria. 

Juan Carlos arriba, Rafael abajo, ya desde los 3 años eran inseparables

Una tarde, en el parque, mientras los niños jugaban le comenté a MariCarmen que tenía que marcharme porque tenía que ir a ver a mi abuela paterna a Brenes, ella, alegrándose, me dijo que su abuela paterna también era de Brenes y que sus abuelos vivieron en la calle Cautivo. No di crédito a la casualidad: mis abuelos vivían en la misma calle.
Cuando llegué a Brenes le pregunté a mi abuela por Juan y María, los abuelos de MariCarmen, y cuál fue mi sorpresa cuando mi abuela me llevó hasta la puerta y me señaló la puerta casi de enfrente diciéndome, allí enfrente vivieron, eran nuestros vecinos. Ellos llegaron a Brenes desde un pueblo de Granada, La Montillana y nosotros desde Jódar un pueblecito de Jaén. 
María y Juan- Bisabuelos de Juan Carlos-

María y José - Bisabuelos de mi Rafael-

Me hizo mucha gracia la casualidad, claro que estando los pueblos tan cerca tampoco era tan raro, pensé yo... pero ser vecinos de enfrente ya era una gran casualidad!!
Lo que no sabía yo es la de vueltas que el destino tuvo que dar para que estos dos niños se pudieran conocer.
Juan Carlos, Rafael, Antonio y Pepe. Mayo 2006
El padre de MariCarmen emigró a Francia cuando tenía 30 años, allá por el año 1960 , conoció en Paris a una jovencita de Motril, un pueblo de Granada. La chica tenía 17 años cuando decidió casarse y necesitó la firma de su padre, dándole la autorización, para contraer matrimonio. Ellos nunca volvieron a España, el padre de MariCarmen murió en Francia sin poder cumplir su deseo de volver. Tuvieron 5 hijos, entre ellos MariCarmen, que decidió estudiar unos años en España, fue entonces cuando conoció a Juan Carlos. La distancia París-La Rinconada no consiguió separarlos, al contrario, se casaron, se trasladaron a París y estuvieron sus primeros años de casados en la ciudad del amor. 
Pero La Rinconada debe tirar mucho y poco antes de que naciera Anais ya estaban de vuelta, en España, para asentarse en la esquina de la calle Cultura. 
Allí conocí yo a Juan Carlos, como alumno de fotografía, y a MariCarmen en las fotos colgadas del tendedero, sin pensar lo que el destino nos depararía años más tarde cuando nuestros segundos hijos se hicieran inseparables.

Llegó la crisis a España, y como en aquellos años en que el padre de MariCarmen tuvo que emigrar a París, MariCarmen y Juan Carlos en 2013 se fueron con sus cuatro hijos de nuevo a la ciudad del amor a rehacer su vida con su bellísima familia, Anais, Juan Carlos, Abraham y Serena, sus maravillosos cuatro hijos.

Los chicos se separaron en el verano de 2013, y desde entonces cada vez que vienen a España, a pasar sus días de vacaciones la familia Sánchez-Carrancia, Rafael y Juan Carlos se convierten en inseparables. Depende del día que sea, y según les surja a ellos, o lo adopto yo o bien se trasladan a vivir a casa de Juan Carlos, la cuestión es no separarse ni un segundo el uno del otro. La distancia no ha podido con ellos ni con su amistad, imagino que sus bisabuelos, los abuelos de la Luna, los que tejieron el hilo rojo para ellos, harán algo desde el cielo. 

Ahora les ha tocado a MariCarmen y Juan Carlos adoptar a mi Rafael en tierras francesas y allí está el tío, a pesar de la negativa y del miedo de su padre, disfrutando de París y de Juan Carlos como un loco.


Son dos niños maravillosos y nos dan ejemplo a los mayores de como se conserva una amistad a pesar de la distancia.


Esta foto Rafael se la dedica a su padre porque no le dejaba ir a París por miedo : "con lo negro que es el niño no vaya a ser que lo confundan con un musulmán y tal y como están las cosas de mal, ahora, en Francia pa que queremos más!! " y va el chiquillo y no se le ocurre otra broma que caracterizarse de Lawrence de Arabia y enviarle la foto al padre ...(me lo como a bocaitos porque lo echo muchísimo de menos)


Y tal como describe el Lawrence, ellos son muy peligrosos, MariCarmen y yo lo sabemos, nunca dejan de soñar y de inventar...